Por El Noticiario – elnoticiario.com.co
El domingo 28 de julio, en una casa del barrio Lusitania, en Manizales, ocurrió una tragedia que estremeció al país. Silvana Torres, de 21 años, fue capturada tras asesinar a su propia hija, Antonella, una niña de apenas dos años. De acuerdo con el reporte oficial y los relatos del padre, Juan Camilo López, Silvana planeó el crimen como una forma de venganza tras la ruptura de su relación sentimental.
Así fue el crimen
Según el testimonio del padre, Silvana le dijo horas antes que no lo iba a dejar tranquilo. “Sabía que lo único que me mataría era mi hija”, afirmó Juan Camilo en una entrevista devastadora. Poco después, recibió una llamada que le heló la sangre: su hija estaba muerta.
La escena que encontraron las autoridades era dantesca: la menor presentaba signos de asfixia mecánica. La madre, aparentemente en calma, fue detenida en el lugar. Aunque en redes sociales ella mostraba una imagen de madre amorosa, en privado habría guardado resentimiento y un deseo de castigar a su expareja de la manera más dolorosa posible: a través de su hija.
Venganza tras la ruptura: violencia vicaria
Este crimen se enmarca en un fenómeno cada vez más reconocido en la psicología y el derecho: la violencia vicaria, definida como el daño causado a un ser querido (en este caso, un hijo) para hacer sufrir indirectamente a otra persona (la expareja). Es, como muchos expertos han señalado, la forma más cruel de violencia familiar.
Este tipo de violencia ha sido mayormente visibilizada en casos de hombres que matan o dañan a sus hijos para castigar a sus ex parejas. Pero también puede presentarse, como en el caso de Silvana, cuando es la madre quien comete el crimen como forma de castigo hacia el padre.
No fue un arrebato, fue una venganza
El padre de Antonella insiste en que no se trató de un brote de locura ni un acto impulsivo. “Ella lo planeó. Me decía: ‘¿Usted cree que me va a dejar sola con la niña?'”, contó entre lágrimas. Tras la separación, Silvana había empezado a limitar el contacto entre padre e hija, y la relación entre ambos se volvió conflictiva.
Juan Camilo intentó acceder a la custodia, y aunque mantenía contacto con su hija, sentía que Silvana lo estaba alejando progresivamente. Hasta que, en lo que muchos ya consideran un acto de violencia vicaria extremo, ella decidió quitarle lo que más amaba: su hija.
Casos similares en el mundo

Aunque impactante, este no es un caso aislado. En España, José Bretón asesinó a sus hijos de 2 y 6 años en 2011 para vengarse de su esposa. En Estados Unidos, el caso de Andrea Yates, quien ahogó a sus cinco hijos, fue inicialmente interpretado como parte de un trastorno psiquiátrico, aunque algunas hipótesis apuntaban a un profundo conflicto conyugal y deseos de castigo hacia el esposo.
Lo que dicen los expertos
Estudios psicológicos como los de la Universidad de Valencia (España) y publicaciones en la revista Psicopatología Clínica, Legal y Forense han advertido sobre el uso de los hijos como “instrumento emocional” en contextos de separación. Esto incluye desde la manipulación emocional, hasta los casos extremos como el asesinato.
El concepto de alienación parental también entra en juego: uno de los progenitores manipula al hijo para rechazar al otro. Aunque controversial, este fenómeno puede ser una forma de venganza prolongada. Sin embargo, cuando el conflicto se intensifica y no hay intervención institucional o psicológica efectiva, puede derivar en tragedias.
Colombia no está blindada
En Colombia, los casos de violencia vicaria y manipulación de menores en medio de rupturas aún no están suficientemente documentados ni penalizados de forma específica. Existen vacíos legales en torno a la custodia compartida, visitas supervisadas y tratamiento psicológico obligatorio en casos de alto conflicto.
Un estudio reciente publicado en ResearchGate sobre madres en Cali que perdieron a sus hijos en contextos de violencia muestra que el impacto emocional y el vacío institucional agravan el sufrimiento. Las madres expresan sentir “abandono del sistema”, y su duelo se prolonga en ausencia de justicia real.
¿Cómo prevenir estas tragedias?
- Atención psicológica temprana en separaciones conflictivas.
- Seguimiento institucional a menores en disputa de custodia.
- Penalización específica de la violencia vicaria como una forma diferenciada de violencia intrafamiliar.
- Campañas de concientización para que padres y madres reconozcan que los hijos no son propiedad ni instrumento de venganza.
Conclusión
La muerte de Antonella no solo representa una pérdida irreparable para su padre, sino también una alerta sobre los extremos a los que puede llegar el odio tras una separación. En una sociedad donde aún persisten estereotipos de madre intachable, es necesario reconocer que tanto hombres como mujeres pueden ser victimarios cuando el dolor no se canaliza, y los hijos son usados como armas.
Silvana no mató a su hija por locura. Lo hizo por venganza. Y con ello, rompió dos vidas: la de Antonella y la del padre que jamás podrá volver a abrazarla.
¿Cuál debería ser el castigo?
Redacción Jurídica
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